En el transcurso de los años se han conocido defectos humanos tan graves que destruyen la vida, la sociedad y el medio ambiente. Algunos les llaman vicios, otros errores. Lo cierto es que el hombre ha encontrado la manera de destruir lo que no ha construído, a sabiendas que nadie lo puede remediar.
Analizando la naturaleza humana en relación a la vida en sociedad, han existido muchas maneras de división entre los mismos hombres. Hemos sido capaces de crear religiones, distinciones de color, estatus económicos y diferentes lenguas para dividir a las personas. Algunas se logran sin daños personales, sin violencia, pero otras son la semilla del odio y del rencor hacia nosotros mismos.
Pero entre todas las maneras para dividir a un pueblo, no existe alguna tan poderosa como la emisión de juicios sin fundamento. Calumnias. Acusaciones. Solo para destruír.
A veces solo hace falta ver a alguien para ya emitir un juicio sobre la persona. Otras veces, tenemos que oirle. Y en muy escasas, tenemos que convivir con ella. Con una mala mirada que nos hagan, es suficiente como para construir una pared tan alta, llena de veneno y de rencor, de odio y desamor.
Lo peor de todo, es que públicamente hablamos de alguien sin conocerlo realmente. Emitimos juicios, eso sí, para destruír con las críticas más crueles, sin pensar en que estamos dañando el orgullo, la integridad y el honor de nuestros semejantes.
Podemos destruír una vida, una familia, una sociedad. Y si se trata de personajes públicos, ya sea clérigos, políticos, músicos, artistas estamos fabricando una bomba de tiempo, cuya explosión nos alcanzará a todos.
No hay que jugar con el prestigio y sed de triunfo de un pueblo. Porque en nuestros países, son los que sobresalen quienes escriben la historia. Así que no la manchemos con descabellados comentarios, pues tenemos una gran responsabilidad, que confío y espero que estemos preparadados para afrontarla.
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